El desenfrenado estilo de vida que se ha desarrollado en la sociedad ha ido generando nuevos hábitos alimenticios entre las personas, los horarios de comida cada vez son más descuidados y generalmente entre el estrés y los largos tiempos de desplazamiento hasta las escuelas o trabajos impiden a jóvenes y grandes cumplir con la regla del desayuno como el alimento más importante del día, además de fomentar una cena casi a la medianoche.
Los nutricionistas llevan años alertando de la importancia de desayunar bien y de no cenar demasiado tarde, y ahora un estudio publicado en la revista European Journal of Preventive Cardiology añade un nuevo motivo para vigilar estas pautas: nuestra Salud cardiovascular está en juego.
El trabajo se centró en estudiar los efectos de estos comportamientos poco saludables en pacientes con síndromes coronarios agudos y los resultados revelaron que las personas que acostumbran a cenar tarde y a saltarse el desayuno tenían una probabilidad de cuatro a cinco veces superior de no salir con vida de un ataque al corazón , o bien de sufrir otro en los 30 días posteriores al alta hospitalaria.
El estudio incluyó a 113 pacientes con una edad media de 60 años que habían sufrido un tipo de ataque cardíaco particularmente grave llamado infarto de miocardio con elevación del segmento.
Los participantes tuvieron que rellenar una encuesta en la que se les preguntaba por sus hábitos alimenticios: por ‘saltarse el desayuno’ se entendía no comer nada antes del almuerzo, excluyendo bebidas, al menos tres veces por semana. Por ‘cenar a última hora’ se entendía comer menos de dos horas antes de irse a la cama al menos tres veces por semana.
“Uno de cada diez pacientes con STEMI muere en un año, y el cambio en los hábitos de nutrición es una forma relativamente barata y fácil de mejorar el pronóstico”, ha explicado Marcos Minicucci, investigador de la Universidad Estatal de São Paulo (Brasil) y uno de los autores del trabajo. Ya se sabe: “desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo”.
Además, el desayuno debe ser equilibrado: “Generalmente se compone de un producto lácteo como leche descremada o baja en grasa, yogur y queso; un carbohidrato como pan integral o cereales, y frutas enteras. Debe suponer entre un 15 y un 35% de nuestra ingesta diaria total de calorías”, añade el experto.