Conocido internacionalmente como tsunami, este fenómeno se define como una gran ola o una serie de olas producidas por un maremoto o por una erupción volcánica en el fondo marino.
Por tanto, “se producen en una masa de agua al ser empujada violentamente por una fuerza que la desplaza verticalmente”, cómo explican los expertos en geología.
Así, un maremoto puede estar provocado por “terremotos, volcanes, derrumbes costeros o subterráneos, explosiones de gran magnitud o incluso meteoritos”, añaden los expertos.
La gran complejidad de un tsunami es que “no es sentido por las embarcaciones en alta mar”, ya que las olas son pequeñas, y tampoco “puede visualizarse desde la altura de un avión sobrevolando el mar”.
Un maremoto puede ser originado por movimientos sísmicos locales o por aquellos que ocurren a grandes distancias. “Los primeros son los que producen daños más devastadores porque no hay tiempo suficiente para evacuar la zona”. Estos se producen entre 10 y 20 minutos tras sentir el terremoto.
Para que un terremoto provoque un tsunami, el fondo marino tiene que ser movido de forma violenta en sentido vertical. De esta manera, se produce un desequilibrio y cuando esta gran masa de agua trata de recuperarlo es cuando se generan las olas.
Los tsunamis pueden producir olas destructivas en la costa durante más de 10 horas. Además, “un maremoto puede penetrar por ríos, ramblas o marismas”.