Domingo 17 junio, en el marco de la celebración del Día del Padre en nuestro país, todo el pueblo de México curiosamente estaba centrado y pendiente de un festejo que podría ser mayor y mucho más largo que el de este día.
Esa es la pasión que genera un sólo deporte en nuestro país, el fútbol: mismo que el día de hoy le regresaría a México todo lo que en años atrás le quitó.
Cada cuatro años la frase favorita de los mexicanos no es otra que el: “ jugamos como nunca y perdimos como siempre” y “que todo ese amor había terminado en los últimos mundiales”, “convertido en decepción, tristeza y frustración”.
Ejemplos de lo anterior hay muchos, no hace falta más que mirar al 2006 cuando en cuartos de final se puso contra las cuerdas a Argentina, en octavos y en tiempos extras Maxi Rodríguez acabó con los sueños de un país.
Los penales ante Bulgaria en el 94, la debacle ante Alemania en 1998, la sorpresiva caída ante Estados Unidos en 2002 y el doloroso “no era pena”l en 2014, terminaron con lágrimas la ilusión de toda una nación, que de nacimiento es casi natural el amor por el fútbol y por su seleccionado nacional.
Hoy México tenía una cita con el destino al enfrentarse con un campeón del mundo como Alemania, favorito para este mundial y obviamente favorito en su debut ante México. Hoy México vuelve a alzar la mano, tal como lo hiciera en cada mundial desde el 98 en fase grupos ante los pesos completos, mostrando que el miedo se convierte en tenacidad ante los gigantes de este deporte, desde Holanda, Italia, Francia, Brasil y ahora Alemania han visto como a base de coraje, de entrega, compromiso y talento, las distancias y el nivel se acortan y se emparejan.
Hoy México no sólo le gana al vigente campeón del mundo en un resultado por demás improbable, hoy México le responde a todos sus detractores, a esos que lo ven como rival pequeño, hoy México vuelve a mostrar su orgullo, su tradición y todo su amor por su camiseta, que traducido en los pies de 11 futbolistas nos dan una razón más para celebrar este 17 de junio