El invierno no es precisamente la estación del año más amiga de un cabello sano. Con la llegada del frío, es muy habitual que se incremente la caída del cabello, un fenómeno absolutamente normal que viene en parte determinado por el propio ciclo de nacimiento del pelo.
En los seres humanos, existe un ciclo de vida capilar que implica que cada pelo pasa por una fase de crecimiento (anágeno), seguida de un estancamiento (catágeno) y la posterior caída (telógeno). Todo este proceso está controlado por un “reloj” molecular ubicado dentro de los folículos pilosos donde nace el cabello. Al parecer, los cambios hormonales que se dan con el comienzo de las estaciones más frías hacen que el número de pelos en fase de telógeno aumente y que crezcan menos pelos nuevos que en otras estaciones.
Además, en los meses de más frío pasamos tiempo en lugares cerrados, secos y a temperaturas altas, factores que también contribuyen a dañar la cutícula del cabello y hacer que tenga un aspecto más apagado. El contacto con las fibras de los gorros y otras prendas invernales también favorecen el encrespamiento y, en definitiva, un mayor deterioro de nuestro cuero cabelludo. El cabello se debilita y se vuelve más fino y progresivamente pierde volumen y brillo hasta llegar a la caída y pérdida del mismo.
La fase de crecimiento, o fase anágena, del cabello es de 3 a 5 años. Así que el pelo de la cabeza es el que se pasa más tiempo creciendo de nuestro cuerpo. Después tenemos el vello corporal, de 13 a 15 semanas. Por el extremo contrario nos encontramos las cejas, que están solo 1 mes en fase de crecimiento.
Nuestro cuerpo, diariamente, se está renovando. Perdemos constantemente células del cuerpo que se reemplazan por otras nuevas y más fuertes. Si esto no sucediera, viviríamos menos años. Con el pelo pasa una cosa parecida. Se tiene que ir renovando para mantenerlo sano y fuerte así que no te preocupes y procura evitar el uso de gorros y agentes que debiliten tu cabello en esta temporada.