CIUDAD DE MÉXICO.- La ruta que recorren los aguacates mexicanos para preparar guacamole en las mesas y restaurantes de Estados Unidos durante el Super Bowl es larga y, a veces, peligrosa.
Comienza en pueblos como Santa Ana Zirosto, en lo alto de las neblinosas montañas cubiertas de pinos de Michoacán. Las carreteras son tan peligrosas, acosadas por cárteles del narcotráfico, delincuentes comunes y bandas de extorsión y secuestro, que la policía estatal escolta a los camioneros lo suficientemente valientes como para afrontar el trayecto de 60 kilómetros hasta las plantas de embalaje y envío de la ciudad de Uruapan.
El camionero Jesús Quintero comienza temprano en la mañana, recolectando cajas de aguacates cosechados el día anterior en huertos alrededor de Santa Ana, antes de llevarlos a una estación de pesaje. Luego se une a otras camionetas que esperan una caravana de camionetas blanquiazules de la policía estatal —que recientemente cambiaron su nombre por el de Guardia Civil— para partir rumbo a Uruapan.
“Ahorita (estamos) más tranquilos, porque va acompañándonos la patrulla, porque es una zona muy peligrosa. Pues ya va uno más tranquilo con el apoyo de los policías”, afirma Quintero mientras esperaba que el convoy saliera.
Con cientos de cajas de 10 kilogramos de la fruta de color verde oscuro a bordo de su camión de 10 toneladas, la carga de Quintero representa una pequeña fortuna en estos lugares. Los aguacates se venden hasta en 2.50 dólares cada uno en Estados Unidos, por lo que una sola caja con 40 puede valer 100 dólares, mientras que la carga promedio de un camión vale entre 80 mil y 100 mil dólares.
México suministra alrededor de 92 por ciento de las importaciones de aguacate de Estados Unidos y envía al norte más de 3 mil millones de dólares de esa fruta cada año.
Sin embargo, a menudo no es solo la carga lo que roban.
“Se robaban la fruta y a veces hasta los camiones también. Es el peligro que hay aquí en este tramo”, agrega Quintero. “Pues casi de dos a tres camiones diarios eran los que se robaban, pues (los delincuentes) se ‘perdían’ por esta zona”.
Cuenta que a él mismo le pasó hace años. “Veníamos por la brecha y de ahí me salieron dos muchachos y me quitaron el camión y nos amarraron”.
Estos robos han disminuido mucho desde que comenzaron las escoltas policiales, asegura Quintero. “Y sí se han robado uno o dos, pero ya no de diario, ya por ahí cada ocho días, cada tercer día”.