IRAPUATO, GTO.- Los llevaban en un remolque de caballos, como si fueran animales.
Todo ocurrió la semana pasada, cuando habían llegado recientemente a Estados Unidos y cuando ya estaban dentro y a punto de alcanzar el sueño americano, el autobús en el que los transportaban volcó dejándolos al descubierto ante las autoridades migratorias quienes no tardaron en deportarlos pese a los golpes, a las heridas y a la esperanza de encontrar en tierras norteamericanas un futuro mejor.
El escenario fue la carretera interestatal 8 de San Diego California, una ruta utilizada por los polleros para transportar a los migrantes como si fuera mercancía. Personas señalaron que el remolque comenzó a ladearse y la camioneta que lo jalaba también. Luego sobrevino la volcadura y 19 personas resultaron heridas 5 de ellos originarios de León.
De los 19, todos resultaron con lesiones graves, menos tres, quienes fueron llevados al centro de deportaciones de Chula Vista. Medio curados, doloridos y devastados, David, Juan, Ezequiel, Leonardo y Víctor, todos parientes, emprendieron el regreso el domingo por la noche a Lomas de Yerbabuena, una comunidad entre silao y león no mayor a mil habitantes, donde hay más mujeres que hombres y donde el promedio de escolaridad es apenas de 5 años.
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Hasta esta comunidad, llegó este martes, el Instituto de Atención al Migrante Guanajuatense y sus Familias, para atender a los jóvenes deportados. 5 de ellos padres de niños pequeños y sólo uno soltero. 3 de ellos, ya habían intentado cruzar y dos era la primera vez. Cruzaron pero sólo para exponerse a esta, que pudo ser una gran tragedia.
Tras platicar con ellos, el Instituto del migrante por medio de un trabajo interinstitucional con la Secretaría de Salud, el DIF, Desarrollo Económico y Educación, ofreció atenderlos con proyectos productivos, becas para su hijos, despensas, servicios de salud y una revisión médica para cerciorarse que el accidente al menos médicamente no tuvo consecuencias.
Algunos de estos jóvenes conservan las heridas provocadas por el accidente, heridas que quizá borren más lento que esa pesadilla de cuando creyeron haber alcanzado el camino para una mejor vida y este de pronto se transformó en la necesidad de regresar a su tierra, con sus hijos, con su familia, al lugar donde quizá… nunca debieron salir.