TLAPA, GRO. – La activista y defensora de los derechos de las mujeres Yndira Sandoval Sánchez fue agredida sexualmente el pasado 16 de septiembre, cuando asistió a la Universidad Autónoma de Guerrero, donde iba a dar una conferencia para promover acciones para la prevención, detección, atención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres, a través de Todas Mx, movimiento que dirige en favor de los derechos de este sector de la población.
“El hecho que sea una mujer mi agresora, me hace confirmar que nuestros enemigos no son los hombres: es el machismo, es el sistema, es el patriarcado, son las prácticas, es el Estado con rostro de hombre o con rostro de mujer” declaró Sandoval.
Yndira pensó que iba a morir, la mujer policía le manoseó los senos y le bajó el pantalón: Me penetró con sus dedos, me lastimó mucho. Luego me soltó, me aventó, me pateó, mientras otra mujer policía, cómplice, vigilaba la entrada a la celda. Yo ya no sabía qué seguía después de la tortura, dice en entrevista con La Jornada.
Los hechos fueron denunciados el 17 de septiembre ante la Fiscalía General de Guerrero, en la Unidad de Investigación 1 Especializada en Delitos Sexuales y Violencia Familiar Región Montaña, con la carpeta número 12080470200090170917, y el 13 de octubre ante la Procuraduría General de la República (PGR), con la célula de investigación de la agencia tercera de la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas (Fevimtra) y la carpeta FED/SDHPDSC/FEVIMTRA-GRO/0000634/2017.
Con las copias del expediente judicial entregadas a La Jornada, Yndira recuerda que estando en Tlapa de Comonfort se accidentó con un clavo, que le rompió su camisa del costado izquierdo debajo de su axilia, lastimándole una zona cercana a su seno, por lo que decidió acudir con su compañero a la Clínica San Antonio, donde la atendió el médico.
Cuando salió del lugar recordó que olvidó su celular, por lo que regresó, pero al salir observó que había una camioneta con seis elementos de la policía municipal de Tlapa de Comonfort que intentaban detener a su compañero, porque supuestamente se habían negado a pagar la cuenta de la clínica.
¿Por qué lo detienen? Soy defensora de derechos humanos, les dijo, y un agente le contestó: usted también está detenida. Fue entonces cuando exigió aplicar el protocolo para que, en lugar de un hombre, la revisara una mujer policía, que de mala gana le gritó: ¡Cállate, pendeja!, negándose a dar su nombre.
La policía, luego identificada como Claudia Juárez Gómez, le espetó mirándola a los ojos: ¡Aquí te vas a chingar, aquí valen verga tus derechos, aquí te chingas, pinche güerita pendeja, aquí estas en Tlapa y te voy a enseñar quién manda.
Al llegar la metieron en la primera celda ubicada en un pasillo. Mientras una policía vigilaba desde la puerta, la otra, identificada como Claudia Juárez Gómez, la agarró violentamente del cabello y la puso contra la pared: “Con su brazo derecho me sometió hasta ponerme de rodillas, me tapó la boca y me empezó a tocar mis senos, hasta que llegó abajo, desabrochando mi pantalón e introduciendo su mano izquierda debajo de mi pantaleta tocando mi área vaginal, penetrándome violentamente con sus dedos. La violación duró unos cinco minutos, pero se me hizo eterno, y todo el tiempo estuvo diciéndome al oído: ‘te dije que te ibas a chingar, te dije que te callaras, pendeja’”.
Yndira lloraba, pero sus gritos no se escuchaban, porque tenía la boca tapada. Sintió que algo peor ocurriría y confirmó que al ser tan vulnerable incluso podían desaparecerla o asesinarla.
Prefirió el silencio. Las dos policías salieron de la celda, ella se quedó tirada sin poderse mover, aterrorizada.
A los pocos minutos un policía llegó y le dijo que quedaba libre y podía irse. Nunca firmó un documento de entrada ni de salida de la cárcel municipal. La pesadilla todavía no terminaba.
Acostumbrada a rescatar víctimas de violencia, Yndira utilizó todos los protocolos que conoce y que jamás pensó le servirían a ella misma para defenderse de una agresión.
Por primera vez en su vida vivió el viacrucis que padecen las mujeres violentadas sexualmente. Y sufrió el rechazo, las burlas, la indefensión ante servidores públicos que carecen absolutamente de visión de género a pesar de representar a instituciones que se supone están para defender la integridad y la seguridad de las mujeres.
Los protocolos fueron cumplidos gracias al conocimiento de la víctima, y a pesar de las instituciones, pero Yndira acaba de empezar la lucha para el acceso a la justicia. Y como respuesta, su casa fue allanada y fue amenazada de muerte, por lo que se acogió al mecanismo de protección y ahora vive bajo el cuidado de escoltas.
Llorando, advierte con enorme fortaleza que seguirá buscando justicia, incluso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
El hecho que me violara una mujer me confirma que nos está carcomiendo el propio sistema, que normaliza la violencia y nos quiere obligar a pensar que este es nuestro destino. Las instituciones están podridas. Quiero caminar sin miedo; el Estado me pudo haber quitado la seguridad, pero no me va a quitar ni la dignidad ni mi vocación de seguir defendiendo los derechos de las mujeres, concluyó.